jueves, 4 de marzo de 2010

Un dia de siestas

Este mail tuyo que me ha dejado pensando y soñando por días lo leí hace rato: la verdad es que no atino a contestarme nada de nada. Esta cosa rara que es el tiempo a veces me enturbia la cabeza y añade nuevos sueños a todos los que ya tengo y me lleva lejos y me trae de regreso. Supongo que esto de crecer es normal y a todos les hace bien, pero ¿a quién no llena de incertidumbre? Cargo un desosiego que sólo logro contrarrestar trabajando (¿cuántas veces no habrás leído la palabra ‘trabajo’ en mis mensajes?) y trabajo y trabajo y duermo muy poco cada noche y las semanas se me acortan y me entra la sensación de que vivo en un interminable día lleno de siestas.

No sé en qué andas ahora exactamente pero me gusta saber que estás bien con tu pila de proyectos de aquí y de allá. Y me gusta también la manera en que te expresas. Me parece estar leyendo a Quiroga cuando dices: «Estoy terminando con la forestación del campo en Luján, no creo en Dios pero últimamente estoy rezando, hacía falta un riego de asiento (así se le llama a la primera irrigación). Por suerte ahora está lloviendo, las plantas lo agradecerán». Así hablaba él y lo dejó en sus cuentos. Todavía no termino la tesis que sobre él escribo y el tiempo se me agota…, otra vez el tiempo.

Leí las enseñanzas de Don Juan cuando era muy joven para entenderlo pero eso de enfilar por los caminos que tiene el corazón es lo que busco todos los días y hasta ahora no me siento traicionado.

Responde por favor este mensaje. Escribe para romper con este día lleno de siestas del que necesito despertar.


RESPUESTA UNO:

El sueño se siente cerca. Cierra los ojos cuando la luz se vaya apagando en las noches. Antes procura que tu ventana esté cerrada, que las cortinas no permitan el paso de alguna indiscreta luz que interrumpa la muerte minúscula —tanto o más placentera que la petit— y que entre tus sábanas sólo quede un dejo de tibieza. El pantalón dejado con descuido, la blusa abotonada y uno sólo de tus calcetines a la vista, pueden ser la escenografía de un ballet donde tú no eres el cisne. El techo blanco sobre tu cara, el tímido aire que acaricia tus mejillas, el ruido de las noches de Madrid o París o Antigua son esa serenata exacta que requieren dos amantes en el furtivo beso, cuando esperan que cuando lleguen a casa y vean a sus hijos, a su pareja derruida y prueben el sabor de la comida quemada, sólo guarden entre la lengua y los dientes la miel del amor prohibido. Que cuando solos se queden mirando una película de Tom Hanks, mientras al lado los ronquidos se expanden en apocalíptico compás, esa imagen del parque los remita al puente donde se juraron amor eterno, antes que la historia comience y se renueve otra vez. Sueña, duerme, despierta y vuelve a dormir.

RESPUESTA DOS:

El tiempo es una construcción física que permite medir, solamente, la duración o separación de eventos sujetos a cambios; nosotros, para este mundo obsesionado por etiquetar y encasillar formas y elementos, sólo somos un suceso más, algo perecedero que hay que ser medido y desechado; al nacer, estamos destinados a la muerte, y hay que cargar con ese morir día con día, con esa finitud. Pero qué pasa cuando encontramos elementos que pueden nivelar la balanza, qué ocurre con nosotros cuando comprendemos que el tiempo no puede salir impune, que hay algo que lo afecta, qué ocurre. Lo que ocurre es la poesía. Esa otra posibilidad de nivelar la balanza, de demostrar que el poder del tiempo, puede ser revocado.

No te agobies por el trabajo, todos tenemos estas rachas. Mejor sal a dar una vuelta, tomáte un café, ve una película y ya con nuevos ánimos, sigue con la chamba.

RESPUESTA TRES:

¡Y tú dices que yo me expreso bien! Vaya, quisiera poder tener esa capacidad tuya para saber que al menos estás perdido, agotado, sonámbulo despierto. Yo ni siquiera tengo ese don. Hay días y días de intenso trabajo. Horas en las que hago entrar tantas cosas que no soy capaz de comprender mi rumbo. Sí, pareciera que todos estos proyectos que traigo encima son la gran cosa. Pero te confieso que muchas de las veces no puedo tomar la distancia necesaria para ver lo que estoy haciendo. Lo gracioso, o trágico, o lo que tú quieras, es que no puedo evitarlo. Siento en mí esta necesidad loca por moverme de un lado a otro, buscando maneras nuevas de probarme a mí mismo que puedo hacerlo, que siempre puedo emprender un nuevo proyecto, que tengo la fuerza y la disposición para lograrlo. Aunque hay veces que me descubro en medio de un caos que yo he invocado. He tenido la sensación clara de saber en lo que estoy metido, pero incapaz de librarme de todo, o quizás de nada.

Parece que tú y yo compartimos esa compulsión rabiosa por estirar los minutos, desbordar los horarios, agotar el tiempo. Yo, como tú, duermo poco; aunque a mí eso no me importa mucho, todas las noches me extiendo planeando proyectos y aventuras diversas.

No he leído “Las aventuras de Don Juan”; supongo que aún no es hora. Porque creo que los libros, al igual que muchas otras cosas de la vida, nos llegan cuando es momento de que lo hagan. No antes, difícilmente después. Por tu frase, sin embargo, percibo cierta afinidad con esa actitud hacia la vida que, siguiendo solamente “los caminos que tiene el corazón”, me ha llevado hasta aquí. Es complicado saber en dónde o qué estaré haciendo en algunos años, pero estoy completamente seguro que llegaré hasta ahí persiguiendo los designios de mi voluntad y deseo. Me seguiré hundiendo, feliz, en la actividad desaforada y frenética que me caracteriza, y espero que tú, amigo, puedas encontrar el sosiego en esas interminables jornadas de trabajo.

Disfrútalo todo, que eso es lo único que nos queda, el gozo de haber vivido.

Un abrazo.


RESPUESTA CUATRO:

Sé que he tardado en responder y te pido una disculpa. La infinidad de proyectos que tengo en este momento me impiden conectarme tan a menudo como me gustaría.

Me resulta fascinante y extraño saber que mi mail anterior ha causado tanta desazón en ti. Ese “interminable día de siestas” del que me hablas yo a veces lo siento. Creo que la clave es mantenerse ocupado, no dejar pensar a la mente, no estar a solas. La soledad es saludable cuando se toma con medida.

La otra noche, mientras veía caer una lluvia torrencial en Luján, me acordé de ti. Te vi sentado allí, en esa banca de escuela, esperando a tus padres mientras te mojabas. Yo te invité a pasar al salón, tú te negaste. Siempre has sido obstinado. Obstinado y soñador. Espero que lo sigas siendo, hasta el final.

Sigue buscando en los caminos que tiene el corazón. Yo, desde acá, te apoyo.

RESPUESTA CINCO:

¿Para qué responder si siempre estamos con la misma historia? Airéate, chico. Es lo que necesitas y no te lo repetiré más. Estamos donde el Chema, ya sabes, campeonato de futbolín a partir de las siete.

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