jueves, 4 de marzo de 2010

De resto qué le digo

¿Qué más ha pasado? Escriba, por favor. ¿Cuándo vienen? o algo así... Hoy salgo para Cuernavaca. Voy solo, nos separamos con Amanda. Ayer recibí la llamada al momento que entré. Dicen que llamar a los celulares es fácil... 5543612738. Un gran abrazo para ustedes.


RESPUESTA UNO:

El número Telcel que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio.


RESPUESTA DOS:

Le estuve marcando, amigo, pero no contestó nunca. Supongo que el número está equivocado, intenté varias veces establecer la comunicación pero no fue posible. No tengo manera, por el momento, de acceder a internet; ahora escribo desde la computadora de un buen amigo.

Agradezco el interés, pero por el momento no nos será posible verlos. Será en otra ocasión.

Mi número es: 5512485933.


RESPUESTA TRES:

La verdad no ha pasado nada. No hay mucho qué contar: Que seguimos viviendo en casa de mis abuelos. Que sigo sin saber qué hacer de mi vida. Que me la paso conectado a internet todo el tiempo, sin saber cuándo es de día o de noche, mientras Rebeca se la pasa trabajando. Que hay días, semanas enteras, en que ni siquiera nos vemos. Que conozco a Rebeca cada vez más por correo que en persona.

Siento mucho lo que pasó entre Amanda y tú. Hacían bonita pareja. En las fotos de las últimas vacaciones juntos que subiste a tu página no parece que estén a punto de separarse. Me enteré por Rebeca. Por eso te hablé enseguida, pero no contestaste. Espero que me devuelvas la llamada antes de venir a Cuernavaca. Así podemos quedar para comer juntos. Espero tu respuesta.

RESPUESTA CUATRO:

Todo cayó, libros, comida, las ropas de las maletas, móviles, ordenadores… todo cuanto había en la autocaravana, lo perdimos. No teníamos con qué ni para qué ir, ni manera de informarte. Nadie salió físicamente malparado, aunque nos vimos obligados a enfilar el regreso a casa. Estaba esperando a encontrar ánimos para contarte cómo pasó, pero aún no veo el modo de explicártelo. Tanto como invertimos al cuerno. Me pregunto si debiéramos haber sido más humildes.

RESPUESTA CINCO:

Es posible que vayamos en un mes. No llamamos al celular porque no tenemos minutos y no queremos salir de casa. Cuando lleguemos, te llamaremos desde la casa de Amanda. Un gran abrazo para ti.
RESPUESTA SEIS:

Y qué le digo… esta mañana me levanté tipo nueve y media, después de haber venido anoche a una conferencia de Martha Nussbaum sobre el cosmopolitismo y los sentimientos morales (que según ella deben mover, conmover o acompañar un «patriotismo decente», vaya uno a saber lo que significa «decencia» en relación con «pureza» para quien, tomando como referencia a Martin Luther King Jr. y a Gandhi, amenazaba con cantar las canciones del movimiento feminista internacional que «todas nosotras nos sabemos», recordándome la peligrosa tangente de la onírica partidística de John Lennon que mi amigo recuerda con ironía como polo opuesto de lo que Derrida llamaría «políticas del sueño», lo que de contragolpe me hizo recordar la idea de Benjamin del político como un «profeta al revés», y preguntarme en aras a un todavía impalpable proyecto, sobre la temporalidad de esta contra-profecía, de haber salido luego de allí a tomarme un par de cervezas con Rosa (estudiante de la Nacho que está acá en filosofía, Sebastian Pereira, otro colombiano, también en filosofía, y tres alemanes) y haber planteado el dilema entre «país» (lo que encarnaría en verdad esas «narratividades» que según esta señora articulan la nación), «nación» (que siguiendo a Griffith sería aquello que no está porque está siempre por nacer: The birth of a nation, tan extraño femenino cuando lo normal sería decir «el nación» como cuando uno dice «el calzón o el canzón») y esta cosa misteriosa que nadie puede saber qué es y que se llama «estado»; y llegar luego a ver en CNN y otro noticiero local el patético espectáculo del «esta guerra no la ganaremos»; nueve y media esta mañana, como le digo, no podía otra cosa que entrar a ver como recibe, recepciona, trasmite o monta El Tiempo en eso que se llama «Colombia» la noticia; ¿qué le digo?, ¿qué le digo?, leí la editorial, pero sobretodo unos setenta u ochenta comentarios, donde una mezcla de humor y resentimiento hacía todo a la vez tan extrañamente e ingenuo y claro; cuando en el fondo estaba buscando su columna, una columna de espectador, columna o muro, en todo caso aquello que queda, que queda cuando ya no queda nada, es decir, todo el resto (como quien dice: …and the rest of the world); entonces me topé esta tarde de nuevo sin saber a dónde conducía ni conducirán estas circunnavegaciones, estos «de-nuevos» con el libro de Peggy Kamuf The division \ of literature Or the university in deconstruction, y con su capítulo tercero titulado The walls of science, muro sobre muro apilando el peso de mi maleta, que hoy cargaba ya también el segundo capítulo de Paradiso, otro muro o «paredón» que calla y/o escribe; tanto como las fotocopias de tres cuentos de Poe y «Berlín» de Blanchot, amenazando como la Torre de Pisa a no dejarse caer todavía; para mañana este seminario con (o sin) Hamacher, Mauern, pues si hay algo entre usted y yo, será eso para siempre: Mauer, siempre-de-nuevo y de una vez por todas (todos los muros el muro), ningún secreto que no esté ya pintado o tatuado a flor de pared, expuesto entre los caracteres de «nuestros» nombres con ese extrañamiento tan in-finito, grafiteando todos mis «con» usted que me acompañan. Y de resto, y de resto, qué le digo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario