miércoles, 21 de octubre de 2009

Invitación

Responde tarde

Con cierto delirio de grandeza propuse el proyecto Responde tarde. Ahora camino avergonzada, sin rostro, con el compromiso de llevarlo a cabo. No me atrevo a explicarlo: lo expongo en fragmentos, en balas de lenguaje hermético. Supongo que en este silencio hay una dosis de prudencia, o de la inseguridad que provoca la prudencia, un arte que enorgullece a los frágiles amantes de las virtudes como Humpty Dumpty.

Hay precedentes, ruinas sobre ruinas. Hace algunos años, cuando vivía en un apartamento redondo con vista a las manos amarradas de Policarpa Salavarrieta, hicimos un muro de los lamentos y un ritual de liberación de los mismos con los amigos. Al llegar la noche, cada quien dibujaba o escribía su lamento y lo exponía en una de las paredes del apartamento, ahora pienso, en nuestra improvisada galería espiritual. En esa ocasión, el instrumento de catarsis fue el fuego: quemamos los dibujos creando una humareda que nos hizo llorar por horas. Un episodio amateur. Aún conservo una fotografía de uno de los lamentos que no me atreví a quemar esa noche, precisamente, un retrato de Humpty Dumpty. Su sombra me aturde cada tanto.

Entonces al grano: oye tú, estás leyendo una invitación a jugar otra partida de estas purificaciones profanas. Esta vez la herramienta es la correspondencia escrita y la estrategia consiste en desatar nudos. Quiero solicitarte que me envíes un correo electrónico que hayas escrito y que aún esté congelado esperando respuesta. También puede ser un mensaje al que temes contestar o uno archivado especialmente. Vamos a repartir las cartas, a sacar los ases guardados bajo la manga. Lo que te pido es un gesto de confianza que no podré compensar jamás.