jueves, 4 de marzo de 2010

Antes del infarto

Gracias por todas las indicaciones relativas a mi viaje. Parece que no queda ya ningún fleco suelto. Por supuesto, sí te llevaré encantado el documento ese que me dará tu amiga. Que me llame y nos ponemos de acuerdo para que yo pueda recogerlo. Hasta pronto.


RESPUESTA UNO:

Me parece estupendo que todo ya esté listo para tu viaje a esta ciudad. Sólo tengo que hacerte un par de sugerencias para cuando tu llegada. Esta ciudad es inmensa, caótica y desordenada. No hay nada que se compare a ella en las horas de máxima ebullición. Es grande y sucia, corrupta y vertiginosa. Trata de estar alerta, pues es probable que los locales reconozcan tu acento e intenten hacerte alguna jugada. No será posible que pase a recogerte; al menos hasta en la noche, cuando haya salido del trabajo, tendrás que arreglártelas solo. No exhibas ningún tipo de pertenencia costosa en la calle, puede ser peligroso. Te sugiero que tomes un taxi, no sin antes verificar que sea de fiar, para ello baste que le preguntes si trae licencia certificada. Que no perciba en ti duda o timidez, aquí es necesario tener mostrarse firme, de lo contrario fácilmente podrá tomarte el pelo.

Si vas a comer, te recomiendo llegues a un restaurante cerca de la plaza principal, cualquiera te puede informar al respecto.

Si te parece bien, nos podemos ver ahí por la noche, cuando salga de trabajar. Llegaré al rededor de las 8.

Suerte en el viaje.



RESPUESTA DOS:

Qué bueno, muchas, muchas, muchas gracias. Realmente te lo agradezco. Ese documento tiene su historia, ¿sabes? No sé por qué no te la había contado antes. Puede ser el acta de nacimiento de mi papá. Nos costó mucho tiempo y dinero encontrarla. Estaba perdida, con eso de la guerra. Y como él nació allá… por eso mis abuelos se mudaron a este país, dejando todo atrás y con la única esperanza de rehacer su vida aquí. Mi papá sufrió mucho por no tener acta. Para el ayuntamiento, mi papá nunca existió. Por supuesto, que nunca pudo salir del país. Nunca votó ni hizo trámite alguno. Era, digamos, un fantasma. Es por eso que, cuando lo deportaron, no sólo le despojaron su hogar, a su familia, también le quitaron su identidad, o más bien hicieron evidente su falta de identidad. Solo y triste, y sin que pudiéramos hacer nada, vivió el resto de sus días en otro país, diferente e indiferente, con un idioma extraño a cuestas. Cuando crecí, y nutrida por las cartas que atesoro de mi papá en el exilio, juré en su memoria que limpiaría su nombre, que lo encontraría y lo restregaría a la gente que le destruyó la vida.

Ahora, después de diez años de búsqueda infructuosa, recibí la noticia de que la habían encontrado. Mi amiga, de la que te hablé, hizo los trámites para la búsqueda en el pueblo natal de mi papá. Todo parece indicar que ésta es el acta, su acta de nacimiento. Y aprovechando que tú estás allá, por eso te pedí que me la trajeras.

Ya le di tus datos a mi amiga. Pronto te llamará. Muchas gracias, nuevamente. Aprecio mucho tu gentileza.

RESPUESTA TRES:

Mil gracias a usted. Sepa que nos da la vida al traer consigo la licencia. Ya le comunicamos a Merychel su teléfono y en breve se pondrá en contacto. Estaremos esperándole en la cafetería convenida desde que arribe su barco. Mil gracias, señor.



RESPUESTA CUATRO:

Te escribo por dos razones. Alguien me ha dicho que es probable que tu correo permanezca abierto y, en algún sentido, eso me da la posibilidad de agradecerte aquel favor último. También me gustaría creer que tus correos empezaran a rebotar hasta que cada palabra vuelva a su emisario o rebotara como bola de ping-pong en el ciber espacio. Me gusta la idea que la muerte sea un movimiento eterno de palabras.

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